11 feb 2010

Allan S. Konigsberg

No lo conocía. La primera vez que supe de él fue por una revista de cotilleos.

¿Que qué hacía yo con una revista de famoseo? La excusa típica es “en la peluquería/dentista no había nada con qué matar el rato y ...”. No era el caso. Por aquél entonces resultaba difícil toparse con cosas que leer en español así que, sin ser uno especialmente cotilla, cuando aparecía algo que leer en mi lengua natal, lo devoraba aunque se tratase de prospectos medicinales.

Ahora que lo pienso, se me ha ocurrido que las publicaciones de crónica en rosa, son muy parecidas a las revistas de mujeres ligeras de ropa. No dejan de ser un ejercicio de estilo literario que consiste en cubrir 50 páginas a base de 'pies de foto'.

El caso es que, leyendo los pies de foto me enteré de que una aristócrata del famoseo patrio había trabajado para el sujeto que es objeto de esta entrada. Como otros muchos datos irrelevantes, registré los nombres y procedí a olvidarme del asunto (más o menos).

Algo más tarde, en una de esas sesiones de video en casa vimos 'Bananas' de Woody Allen. Las carcajadas se escucharon desde el portal del edificio. Nunca había visto algo tan ridículo, absurdo e ingenioso a la vez. Fue como una iluminación mística. Ese tío bajito, feo, con su extraña pelambrera roja y sus gafas de pasta negra era capaz de imaginarse las situaciones más inverosímiles y resolverlas del modo más absurdo. Lo más parecido que se me venía a la cabeza era Groucho Marx.


Con el tiempo, gracias a Jesús (mi primer profesor de filosofía) aprendí a apreciar sus constantes referencias filosóficas, su amor por el jazz (uno de mis estilos favoritos) y, además de sus películas, me leí algunos de sus libros ('Sin Plumas', 'Como acabar de una vez por todas con la cultura').

Allen no es únicamente ágil, ocurrente e ingenioso. Para horror de los pedantes culturetas que desprecian los gags de comedia alocada, este tío era gracioso, ingenioso _y_ extraordinariamente culto... y se dedicaba a reirse de la pedantería académica.

Luego descubrí otra cara de Allen. La de historias como 'Alice', 'Acordes y Desacuerdos' o 'La Rosa púrpura de El Cairo' donde, sin renunciar a su particular humor, ofrecía historias llenas de ternura con personajes incomprendidos o perdidos en sus mundos.

Hay algo en Woody Allen, sin embargo extraño. Con todo su talento y todo su éxito profesional, este hombre aparentaba compartir con sus personajes inseguridad, complejos y angustias. En sus escasas entrevistas o apariciones públicas, transmitía tristeza, infelicidad e insatisfacción. A pesar de lo común del perfil, me entristece mucho ver que personas cuyas vidas están repletas de talento, reconocimiento y éxito son infelices a pesar de todo ello (o tal vez por su causa).

Luego vino el escándalo de sus amoríos con la hija adoptiva de Mia Farrow. Y parece que desde entonces, el peso sobre sus hombros se aligeró notablemente...

Resumiendo: Woody Allen es un verdadero genio. Lo mismo rueda la mejor comedia posible rodada con una sola cámara, que comparte profundas reflexiones sobre la soledad o la influencia del azar. Hasta me da igual que le diese un papel a Nati Abascal (he aquí el dato irrelevante con el que he abierto esta entrada).

5 comentarios:

Rob dijo...

que buena comparación entre revistas. yo hago otra parecida entre Titanic y el polno. Y entre ambas no sé con cual me quedaría.

Bueno, sí lo sé

Unknown dijo...

¡Cochino! ¡Titanic apesta!

Unknown dijo...

el parecido, claro está, es que en ninguna de ellas se casan al final :)

Rob dijo...

a mi es me gusta comparar los planos secuencias, aficción que me viene de sed de mal, y que el género en cuestión abusa de ellas.

Este relato que traigo entre manos me tiene absorbido..


Pensé que ibas a hablar en tu relato de Anita Obregón...

Unknown dijo...

¿Ana Obregón? ¿Ha hecho algo con Woody Allen? :O