Como todo viaje de trabajo, ha sido una estancia breve y con muy poco tiempo libre para curiosear el lugar de destino.
He de reconocer que no 'hice los deberes' antes de empezar mi viaje. Mi enciclopedia mental tenía archivado bajo la etiqueta de Bangkok apenas cuatro cosas: 'El Rey y yo', 'Sagat', 'La sombra del Hegemón' y 'Emmanuelle'.
Pues bien, la impresión que me ha dejado la capital del reino es la de una ciudad muy agradable. Varias cosas me llamaron la atención.
- La pulcritud y limpieza de las infraestructuras más modernas (aeropuerto, tren, metro, autopistas, ...). Esta gente no solo construye cosas, sino que las cuida.
- La amabilidad de la gente. Educados y acogedores, el trato general es exquisito.
- La omnipresencia de la figura del Rey. Cualquier edificio importante tiene en puserta principal un retrato del soberano adornado con flores.
- La naturalidad con que se aceptan y tratan las parejitas hombre-maduro-occidental con chica-jovencita-local. Es algo desconcertante.
- Las marañas de cables de suministro eléctrico.
- La calidad de la comida. Especialmente la fruta.
En resumen, Bangkok me ha gustado bastante. Aunque como turista apenas pude visitar el templo 'Wat Pho' (donde está tomada la foto que abre esta entrada) es un lugar que me ha dejado muy buen sabor de boca (y un traje nuevo).
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